Memoria de San Vicente de Paúl, presbítero

Lectura I Zac 8, 1-8

En aquellos días, me fue dirigida a mí, Zacarías, la palabra del Señor en estos términos: “Esto dice el Señor de los ejércitos: ‘Yo siento por Sión un amor ardiente y celoso, un amor celoso que me arrebata’.

Esto dice el Señor de los ejércitos: ‘Regresaré a Sión y en medio de Jerusalén habitaré. Jerusalén se llamará ciudad fiel, y el monte del Señor de los ejércitos, monte santo’.

Esto dice el Señor de los ejércitos: ‘De nuevo se sentarán los ancianos y las ancianas en las plazas de Jerusalén, cada cual con su bastón en la mano, por su avanzada edad; las plazas de la ciudad se llenarán de niños y niñas que jugarán en ellas’.

Esto dice el Señor de los ejércitos: ‘Aunque esto les parezca imposible a los sobrevivientes de este pueblo, ¿acaso va a ser imposible para mí?’

Esto dice el Señor de los ejércitos: ‘Yo salvaré a mi pueblo de los países de oriente y occidente, y lo traeré aquí para que habite en Jerusalén. El será mi pueblo y yo seré su Dios, lleno de fidelidad y de justicia’ ”.

Salmo Responsorial Del Salmo 101

R. (17)  Tu pueblo nuevo te alabará, Señor. 
Cuando el Señor reedifique a Sión
y aparezca glorioso,
y no se muestre a sus plegarias sordo, 
entonces temerán al Señor todos los pueblos,
y su gloria verán los poderosos. R.
R. Tu pueblo nuevo te alabará, Señor.
Esto es escribirá para el futuro 
y alabará al Señor el pueblo nuevo, 
porque el Señor, desde su altura santa, 
ha mirado a la tierra desde el cielo,
para oír los gemidos del cautivo
y librar de la muerte al prisionero. R.
R. Tu pueblo nuevo te alabará, Señor.
Bajo tu protección, Señor, 
habitarán los hijos de tus siervos
y se establecerán sus descendientes. 
Tu nombre en Sión alabarán por eso
cuando en Jerusalén, a darte culto,
se reúnan, Señor, todos los pueblos. R.
R. Tu pueblo nuevo te alabará, Señor.

Aclamación antes del Evangelio Cfr Mc 10, 45

R. Aleluya, aleluya.
Jesucristo vino a servir
y a dar la vida por la salvación de todos.
R. Aleluya.
 

Evangelio Lc 9, 46-50

Un día, surgió entre los discípulos una discusión sobre quién era el más grande de ellos. Dándose cuenta Jesús de lo que estaban discutiendo, tomó a un niño, lo puso junto a sí y les dijo: “El que reciba a este niño en mi nombre, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe también al que me ha enviado. En realidad el más pequeño entre todos ustedes, ése es el más grande”.

Entonces, Juan le dijo: “Maestro, vimos a uno que estaba expulsando a los demonios en tu nombre; pero se lo prohibimos, porque no anda con nosotros”. Pero Jesús respondió: “No se lo prohíban, pues el que no está contra ustedes, está en favor de ustedes”.

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